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Ni bien llegar, Jaime, el encargado del hotel, nos recibió con una bebida a elección (yo elegí un café muy especial y suave de Brasil, delicioso), en un living con vista al mar que era como para quedarse a vivir. Si bien el hotel es pequeño, cada rincón trae la sensación de estar en casa y los aromas suaves te van acompañando en los distintas estancias. La estética es muy cuidada, con reminiscencias africanas. Ellos procesan el agua para que esté filtrada y limpia, con lo cual siempre tienes agua de buena calidad en tu cuarto. Hay menú de almohadas. El desayuno es muy completo, dando opciones para todos los gustos (más sanas con jugos detox, yoghurts con frutas y la forma tradicional con panes, aguacates, huevos, etc). El menú para la cena fue delicioso, una carta que incluye recetas de diferentes partes del mundo que hacen honor al nombre del hotel, todas deliciosas. Cada vez que necesitamos asesoramiento, Jaime resolvió nuestras dudas, dándonos una introducción de las actividades disponibles alrededor (paddle surf, navegación, kajac, etc) y los lugares recomendados para visitar. El pueblito es muy lindo con algunas casas de decoración y ropa chic. A 20 minutos a pie se puede visitar el pueblo antiguo. Estoy esperando que abran los otros dos próximos hoteles en pueblos cercanos a éste para probar su propuesta! El pueblito en los alrededores está lleno de bares y restaurantes así como casas de decoración y ropa (para los no tan aficionados a los deportes) El hotel está cerca de un pequeño puerto muy bonito. Otro espacio que me encantó es la pequeña piscina con vista al mar en la terraza con su Sky Bar. Todo muy intimo y SLOW!!! Cuando llegó el momento no quería irme. Volveré!!

Excelente para descansar, muy limpio, persona muy predispuesto y cuente con un restaurant de comida asiática excelente

Muy bien ubicado, muy limpio